Una larga noche

“No pensas que hay de perderse en la noche. Seguro tu mano. Seguro, crea. Pero yo hay de perderme. Perderme zaz en la calle - en el poste de la lamparina a gas, medio cuarto del tercero quarteirão. Ojos cerrados, cerrados ojos de mis ojos que rondam la noche, a penetrar en los comodoros de luces sobre los muros; reflexo en calzadas de piedra jabon con sus postes juntados angularmente a abrir la cortina, cortex de guilhotina guardando impresión en sales de plata, beso dulce en la maçaneta de la puerta a revelar sufriendo, la pantalha-parca luz que encubre nervuras de las alas de los ángeles, en jubilo sereno; ceñida estirpe del gaucho de ojo en el pasado, pasado esta moderno sufrimiento, pasado moderno de ojos no pasados... soamente, palpebras marchitas, como la baqueta a espancar las murgas y los bombos en el funeral.

Respire. Ahora aspire las gotículas de aire sereno como la noche, a congelar sus narinas y, sienta el perfume de las calles vacías en esa hora. No hace tiempo, tenemos que volver para la oscuridad. - no, no, juntar los farelos del espejo del grande globo que un día me hizo feliz; mis piernas bailavam en tablon suspensas por la alegría de tenerme en mis brazos; abrazos ternos que apraziavam mi sufrir. Y tus cabellos negros, hermosos, a perfumar mi rostro; mesclava-si al olor de las hierbas del campo... que ojos negros a robar mi mirar. Que labios carnudos, desnudos llamándome para el placer... el sabor dulce de tu lengua en lugares peligrosos, y la mía a buscar tus mamilos duros de extâse y acuerdo de un sueño sin haber despertado porque mis sentidos me fueron quitados antes dormir y soñar.”